
Un grupo de jóvenes latinoamericanos ha iniciado una “cruzada” por la reinserción del acento gráfico en la vía pública, donde señalan su ausencia con un toque de buen humor y rebeldía ante la incorrección ortográfica en las calles.
La movida nació en junio pasado en México, por iniciativa del joven Pablo Zulaica Parra, y pronto se extendió a Perú y Argentina, donde se multiplican las “intervenciones” en todo tipo de carteles donde las tildes brillan por su ausencia.
Apenas detectan la falta, estos “cruzados ortográficos” pegan un acento de papel visible en el que además se explica la regla ortográfica violada.
Cada acto de reivindicación gramatical es fotografiado y las imágenes se suben a los diversos blogs de la iniciativa “Acentos perdidos”, donde además se generan interesantes debates sobre el español, una iniciativa que también suma adeptos a través de la red social Facebook.
El principal objetivo es que la gente tome conciencia de la importancia de usar bien nuestra lengua.
Como regla, estos jóvenes solicitan autorización para pegar las tildes siempre que sea posible, pero si se trata de anuncios comerciales o políticos lo hacen sin permiso pues “semejante afrenta, con tantos ojos responsables de ese mensaje, merece ser visiblemente señalada”, dijo Zulaica, redactor publicitario que vive en México.
Falta de educación, desinterés y malas costumbres son algunas de las razones que estos jóvenes descubren para el abandono progresivo de las tildes, agravado por una no muy buena ortografía entre los publicitarios.
Las mayúsculas, por ejemplo, son candidatas usuales a la ausencia de tilde, y por argumentos históricos, como que las máquinas de escribir no permitían su acentuación y que a los impresores se les salían los tipos de la tilde de los rótulos, se asentó la falsa norma de que las mayúsculas no llevan acento gráfico.
A diferencia de otras “intervenciones urbanas” como los grafiti o los esténciles (técnicas decorativas con plantillas), estos chicos no actúan furtivamente.
La movida nació en junio pasado en México, por iniciativa del joven Pablo Zulaica Parra, y pronto se extendió a Perú y Argentina, donde se multiplican las “intervenciones” en todo tipo de carteles donde las tildes brillan por su ausencia.
Apenas detectan la falta, estos “cruzados ortográficos” pegan un acento de papel visible en el que además se explica la regla ortográfica violada.
Cada acto de reivindicación gramatical es fotografiado y las imágenes se suben a los diversos blogs de la iniciativa “Acentos perdidos”, donde además se generan interesantes debates sobre el español, una iniciativa que también suma adeptos a través de la red social Facebook.
El principal objetivo es que la gente tome conciencia de la importancia de usar bien nuestra lengua.
Como regla, estos jóvenes solicitan autorización para pegar las tildes siempre que sea posible, pero si se trata de anuncios comerciales o políticos lo hacen sin permiso pues “semejante afrenta, con tantos ojos responsables de ese mensaje, merece ser visiblemente señalada”, dijo Zulaica, redactor publicitario que vive en México.
Falta de educación, desinterés y malas costumbres son algunas de las razones que estos jóvenes descubren para el abandono progresivo de las tildes, agravado por una no muy buena ortografía entre los publicitarios.
Las mayúsculas, por ejemplo, son candidatas usuales a la ausencia de tilde, y por argumentos históricos, como que las máquinas de escribir no permitían su acentuación y que a los impresores se les salían los tipos de la tilde de los rótulos, se asentó la falsa norma de que las mayúsculas no llevan acento gráfico.
A diferencia de otras “intervenciones urbanas” como los grafiti o los esténciles (técnicas decorativas con plantillas), estos chicos no actúan furtivamente.
Aún así, estos defensores de la tilde no tienen nada de dogmáticos y hasta se muestran comprensivos con el colombiano Gabriel García Márquez, que en 1997, en el primer Congreso Internacional de la Lengua, celebrado en México, sugirió poner “más uso de razón” en los acentos escritos como parte de su polémica propuesta para “jubilar la ortografía“, que tanto revuelo generó.
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